El sueño de Einstein

Albert Einstein tenía una curiosa costumbre: tomaba pequeñas siestas con una llave en la mano.
No es una metáfora. Es literal.
Estaba sentado en un sillón, con el brazo colgando, y sostenía una llave suspendida sobre una placa de metal en el suelo. Justo cuando estaba a punto de quedarse dormido, su mano se relajaba, la llave caía y el ruido lo despertaba.

Einstein descubrió —y hoy la neurociencia lo confirma— que el momento entre la vigilia y el sueño, llamado fase hipnagógica, es una mina de oro para la creatividad. El cerebro empieza a generar ideas brillantes, imágenes vívidas, conexiones impredecibles… que, sin embargo, a menudo olvidamos en cuanto nos quedamos dormidos del todo.

Einstein interrumpió ese momento deliberadamente. No quería perder esa chispa. Unos pocos segundos de inspiración le bastaron para que se le ocurriera una nueva idea. Artistas como Dalí y escritores como Edison lo hicieron.

Hoy en día, algunos investigadores han replicado este método con resultados fascinantes: mayor productividad, ideas más creativas, sueños más vívidos y una memoria más aguda.

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